El nicho es un espacio de tierno recogimiento, donde el silencio resuena en la tela, las esquinas y la respiración.
Una mujer se apoya en una cortina, se envuelve en una silla, descansa a la luz entre dos habitaciones. Niche explora la relación táctil entre el cuerpo y el espacio interior. Es el teatro privado de la soledad cotidiana.
Burak Bulut Yildirim coreografía momentos íntimos que parecen no haber sido expuestos. Una mujer se acurruca en la esquina de un sofá; otra permanece de pie apenas velada por la luz de la mañana. Las texturas cobran protagonismo: el peso de la tela, la suavidad de las sábanas, el silencio de los pasillos. Esta serie evoca la quietud de los interiores de Vermeer, la fragilidad de la fotografía de Nan Goldin y los espacios domésticos de Chantal Akerman. La cámara observa, no se entromete; su mirada es distante pero tierna. La luz natural y los tonos pastel se convierten en sintaxis emocional.
Sin embargo, esto no es nostalgia. Traza cómo la nostalgia se instala en los rincones y cómo la quietud deja su huella en las paredes. Los cuerpos se convierten en instrumentos de la narración arquitectónica. Algunos se aferran a los bordes de las mesas como si trataran de captar un pensamiento; otros se disuelven en los pliegues de la ropa de cama empapados por el tiempo. Aquí el tiempo se ralentiza intencionadamente. Niche es un estudio de interiores tanto físicos como emocionales. Para los coleccionistas, cada impresión de edición limitada se convierte en un artefacto de intimidad arquitectónica.
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No desnudos, sino reimaginados. En UnNude, la carne se convierte en forma y el deseo se desvanece en geometría.
El nicho es un espacio de tierno recogimiento, donde el silencio resuena en la tela, las esquinas y la respiración.
El cuerpo vuelve a ser salvaje. Otherlands deja que la figura se desvanezca en la luz, la piedra y el mito de la naturaleza.
Elsewhere sigue al cuerpo a través de las sombras de la ciudad: desapercibido, destilado, irreal.
Un cuerpo atrapado entre la memoria y el borrado. Antemortem traza el suave residuo de la vida antes de que se deslice hacia el silencio.
El deseo habla en color. Crave pinta el cuerpo con anhelo, cada imagen tiembla entre el calor y el hambre.
No son momentos congelados, sino ecos en movimiento. Motus captura el cuerpo en flujo, entre el gesto, la memoria y la respiración.
Bajo la luz negra, el cuerpo se convierte en resplandor, en eco, en espejismo. Lucida busca el umbral donde la forma se disuelve.
La melancolía no grita, persiste. Estas imágenes conllevan silencio, como una respiración contenida demasiado tiempo.